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Introducción
Medio natural de Noja
El ecosistema de la marisma

La marisma Victoria
   Paisaje y vegetación
   Fauna
La marisma Joyel
   Paisaje y vegetación
   Fauna
Avifauna de las marismas de Noja
Consejos prácticos para la observación de aves en las marismas

OTROS RINCONES:
   Circuito Mijedo
   Paseo de la costa
   Árboles gigantescos de Noja


LAS MARISMAS, espacio natural protegido.
Los humedales de Victoria y Joyel constituyen un regalo de la naturaleza. Espacios protegidos albergan gran cantidad de aves, que encuentran refugio y anida en este espacio privilegiado.
Multitud de especies han encontrado aquí su lugar ideal, donde se pueden admirar ánades reales,fochas comunes, garzas imperiales, además de otras que tienen como referencia permanente, este hábitat en sus migraciones, como espátulas, patos, agujas, zarapitos, charranes, etc.




EI medio natural en el que se desenvuelven las sociedades humanas ha sido siempre el principal factor determinante del modo de vida e incluso el carácter de sus gentes. La economía tradicional de las zonas rurales, ligada a la explotación directa del entorno, ha sido un modelo de desarrollo sostenible cuya pervivencia a través de los siglos es una prueba patente de ello. Compatibilizar la explotación racional de los recursos naturales con el legítimo afán de desarrollo y progreso de los pueblos, es un objetivo deseable del que cualquier sociedad civilizada no puede apartarse.
Las poblaciones costeras albergan una variedad de valores paisajísticos y posibilidades de ocio y recreo en contacto con la naturaleza que, en muchas ocasiones, les han convertido en centros de atracción turística de primer orden.


La Villa de Noja, situada en el sector oriental de la franja costera de Cantabria, a 45 kilómetros de la capital, Santander, responde a este perfil de localidad costera cuyos incomparables valores paisajísticos y el carácter abierto de sus gentes, le han convertido en uno de los máximos exponentes del potencial turístico de la Región.
Dentro de los casi ocho kilómetros cuadrados de superficie municipal, se distribuyen los lugares de El Arco, Cabanzo, Helgueras, Palacio, Pedroso, Ris, Rota-Fonegra y Trengandín, cada uno de los cuales alberga sorprendentes rincones y hermosos paisajes donde una exuberante naturaleza se convierte en el principal protagonista.
El carácter litoral de Noja da lugar a un variado elenco de relieves, desde una recortada costa con acantilados, islas, playas y marismas, hasta el monte Mijedo que, con su cota máxima de 234 metros, constituye el punto más alto del municipio. No obstante hay que señalar que la orografía nojeña se nos presenta básicamente llana y con muy poca altitud sobre el nivel del mar.


La población de Noja es muy variable e irregular a lo largo del año, debido al ya mencionado fenómeno turístico. Aunque el número de habitantes censado no excede de los l.700, esta cifra se multiplica durante los periodos vacacionales hasta llegar a los 55.000, lo que confiere al municipio un dinamismo que no se ve reflejado por su población estable. Este espectacular incremento estacional de la población permite que la economía local gire, en buena medida, en torno al sector servicios, teniendo en la hostelería uno de sus puntos fuertes. No hay que olvidar, sin embargo, que las actividades agropecuarias, a través de pequeñas explotaciones que tradicionalmente mantuvieron la economía local, siguen desarrollándose perpetuando la necesaria ”complicidad” entre el hombre y el medio natural.

Los patrimonios histórico y natural de Noja constituyen sendos valores que convierten a esta Villa en un lugar de especial atractivo para cuantas personas la visitan. Haciendo un breve repaso al patrimonio Histórico-Artístico podríamos destacar la Iglesia Parroquial de San Pedro de Noja (siglo XVII), la Ermita de San Juan (siglo XVI-XVII) o la Torre y Palacio de los Velasco (siglo XV), así como numerosas casonas y palacios, algunos de ellos declarados Bien de Interés Cultural, repartidos por los distintos barrios del municipio. Mención aparte merecen los molinos de marea del siglo XVII, cuyas ruinas aún se conservan en las marismas del municipio.

El patrimonio natural, por su parte, presenta en este municipio una serie de elementos singulares, que encuentran su representación más notable en las marismas, cuya importancia ha sido internacionalmente reconocida.

Clemente Rasines
(biólogo)
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El medio natural en Noja destaca por albergar dentro de sus límites municipales parte del conjunto de humedales más importante del norte de la Península Ibérica. Las marismas de Victoria y Joyel, junto con el estuario del Asón, constituyen un enclave único en la geografía española, donde se desarrollan abundantes procesos biológicos. Este conjunto de humedales ha sido declarado Reserva Natural por parte del Gobierno español, lo cual, junto con su inclusión en convenios internacionales sobre la conservación de aves acuáticas, avala el indudable interés natural que estos ecosistemas presentan.
Las dunas son otro de los ecosistemas más interesantes presentes en Noja. Las playas de Ris y Helgueras se encuentran rodeadas por sendos cordones dunares que albergan una flora y fauna singulares y muy sensibles a cualquier tipo de agresión.
Por otro lado, las propias playas constituyen en sí mismas un importante entorno natural que, además de servir como lugar de recreo y esparcimiento a miles de personas, son el ambiente elegido por muchos organismos marinos para desarrollar sus ciclos vitales. La presencia de rocas en estas playas arenosas diversifica los hábitats y permite que la variedad de especies y, por tanto, la riqueza biológica de estos arenales, sea aún mayor.
El medio marino, uno de los ecosistemas más característicos de Cantabria, impregna el ambiente de Noja, localidad costera por excelencia. La costa rocosa y recortada, que recorre el municipio de Este a Oeste, se continua mar adentro originando una gran diversidad de nichos ecológicos sumergimos donde se desarrollan millones de organismos marinos, muchos de los cuales han constituido históricamente una importante fuente de alimentos para la población de la zona.
El ecosistema terrestre mejor representado del municipio tiene una composición botánica inesperada en estas latitudes. La abundante presencia de encinas, dispersas a veces en pequeños grupos o formando importantes manchas como la del monte Mijedo, caracterizan un valioso ecosistema forestal denominado encinar cantábrico. Aquí, la Encina aparece acompañada por otras especies perennifolias de similares características (como el Aligustre, el Aladierno, el Labiérnago, el Madroño o el Laurel), más propias del seco clima mediterráneo que del clima fresco y húmedo que predomina en nuestra región.
Todo este rico y variado patrimonio natural constituye el principal atractivo de Noja como localidad turística. De su conservación depende que se pueda mantener esta importante fuente de riqueza para el municipio. Sólo éste sería motivo suficiente para aunar esfuerzos, pobladores y visitantes, en torno a la protección de cada uno de los ecosistemas presentes en este municipio. Sin embargo, existen otros muchos motivos para conservar la biodiversidad y los hábitats que posibilitan el desarrollo de numerosos seres vivos, sin cuya presencia haríamos peligrar el equilibrio de los ciclos naturales y, en consecuencia, la calidad de vida humana e, incluso, nuestra propia supervivencia.
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Las marismas, junto con las albuferas, constituyen las dos principales formaciones húmedas costeras y son, sin lugar a dudas, las zonas húmedas de mayor importancia ornitológica y las más conocidas.
Aunque las marismas son medios naturales muy complejos, podemos establecer como característica definitoria de estos ecosistemas, la confluencia de aguas dulces y saladas en áreas poco profundas que se ven afectadas por las mareas.
El agua que ocupa las marismas, debido a la circunstancia que acabamos de señalar, es del tipo denominado salobre, como consecuencia de su salinidad intermedia entre la del mar y la de las aguas continentales que aquí se encuentran.
Las marismas de Victoria y Joyel no son claros ejemplos de típicas marismas litorales, como es el caso de las del Asón, que se forman en la desembocadura del río. Allí, el estuario va evolucionando, por colmatación, hasta originar la marisma. Sin embargo, los humedales de Noja comparten con esas otras zonas húmedas costeras, una serie de características ambientales que les permite desarrollar una elevada productividad biológica.
El aporte de sedimentos, tanto de origen terrestre como marino, proporciona una gran riqueza en nutrientes a estas aguas. Tales nutrientes, junto con una buena iluminación a través de toda la capa de agua, permiten a millones de organismos vegetales, microscópicos y macroscópicos, desarrollarse con suma facilidad. Estos organismos constituyen la base de la cadena alimenticia, que soportará una increíble explosión de vida, tanto por su cantidad como por su diversidad biótica.
Las interrelaciones alimentarias entre animales y plantas, denominadas redes tróficas, alcanzan en las marismas un gran desarrollo, dando lugar a numerosas formas de vida entre las que destacan las aves acuáticas.
Las algas y plantas sumergidas sirven como fuente de alimento para numerosos moluscos, crustáceos y peces, cuya presencia en estas aguas es bien conocida por los lugareños, quienes tradicionalmente se han dedicado a capturarlos, obteniendo, así, un complemento básico para su economía familiar. También es importante el papel de estos medios acuáticos como centros de desove para gran número de peces que, durante las primeras fases de su vida, encuentran en las marismas unas excepcionales condiciones ambientales que les permiten alimentarse y crecer con facilidad. Sin embargo, las aguas marismeñas no están libres de depredadores para sus habitantes. En el lugar más alto de las redes tróficas que aquí se desarrollan se encuentran las aves.
Durante la estación invernal principalmente, las marismas de Noja se pueblan de una extraordinaria cantidad de aves acuáticas que utilizan estas áreas como zona de descanso y alimentación. No obstante, el importante patrimonio natural que representa la avifauna está presente durante todo el año, puesto que ciertas especies, a pesar de su generalizado carácter migratorio, utilizan estos humedales para criar, manteniendo una población permanente incluso en el verano.
Sin embargo, la estación en la que realmente alcanzan todo su esplendor las marismas de Victoria y Joyel es en el invierno. Cuando el frío arrecia en los países del norte de Europa, millones de aves acuáticas se desplazan hacia el Sur en busca de un clima más suave. Durante el viaje, que se repite periódicamente todos los años, muchas de estas aves encuentran en los humedales de Noja un lugar idóneo donde instalar sus cuarteles de invernada. Otras, recalan únicamente los días necesarios para reponer las fuerzas suficientes que les permitan continuar su migración hacia latitudes más meridionales, bien de la propia Península Ibérica o bien de África Uno y otro comportamiento convierten a los humedales de Noja en auténticas joyas del patrimonio faunístico no sólo de Cantabria sino de todo el norte de España.
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La zona húmeda más oriental del municipio es también la más pequeña. Con sus 151 hectáreas de superficie y 7 kilómetros de perímetro, la marisma de Victoria encierra en este reducido espacio unos valores ecológicos únicos y de gran relevancia entre los humedales del Norte peninsular.
La conexión de esta marisma con el mar es hoy en día muy pequeña, reduciéndose a un angosto canal que surge por el Este del humedal y que, tras atravesar el puente ”romano”, cruza el cordón de dunas y la playa de Helgueras. Aunque en el pasado el mar llegaba con facilidad a la marisma, la sedimentación acumulada a lo largo de los siglos en la playa, ha provocado el aislamiento del núcleo central del humedal respecto a la influencia marina. Las ruinas del molino de Victoria, cuya fuerza motriz provenía de las mareas, son una prueba inequívoca del enorme volumen de agua que entraba en esta marisma con cada ciclo mareal, en un pasado no demasiado lejano.
La cantidad de agua dulce que llega a la marisma de Victoria es mayor que la que recibe del mar. Sin grandes cauces que desemboquen en el humedal, los principales aportes de aguas continentales provienen de la descarga del acuífero sobre el que se asienta y la escorrentía de las precipitaciones.
Como resultado de la fisiografía que acabamos de describir, la marisma de Victoria aparece en la actualidad prácticamente como una laguna litoral salobre con predominancia dulceacuícola, lo que le confiere una serie de peculiaridades que le diferencian de los otros humedales de la zona. Estas diferencias han marcado decisivamente la evolución de los organismos, tanto animales como vegetales, que en ella viven, adquiriendo notables peculiaridades hasta el punto de que este enclave se ha convertido en uno de los lugares de Cantabria con más importancia como zona de nidificación de aves acuáticas.
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Desde el monte Mijedo podemos comtemplar la panorámica completa de la marisma de Victoria. La nota más destacada del paisaje marismeño está representada por la predominancia de unas cañas denominadas Carrizos que, desde las orillas, se adentran hacia el interior de la laguna, llegando a cubrir una buena parte de su superficie. Los restos del molino de marea aquí situado, junto con el dique de contención de aguas que sale de él, constituyen otro destacado elemento paisajístico, sobre el que se asienta una vegetación característica dentro del humedal. En este caso se trata de cierto arbusto de origen americano, la Chilca, que se desarrolla con suma facilidad en estos ambientes salobres y cuya presencia está desplazando a la vegetación autóctona. Esta planta invasora prolifera también con profusión por todo el perímetro de la laguna.
Además de un pequeño grupo de Eucaliptos, que crecen al Este del humedal sobre el propio fango, tan sólo algunas Encinas dispersas y varias hileras de Tarajes bordeando la carretera que separa la marisma de la playa y sobre el dique que desde aquí se acerca al del molino, son los elementos arbóreos dignos de mención.
En las partes menos encharcadas se desarrollan abundantes plantas herbáceas, que se entremezclan con los prados que rodean el humedal. Entre ellas son de destacar los juncos, típicas plantas de estos ambientes salobres.
Más alejados de la influencia del agua salada, en los pequeños regatos de las fuentes que fluyen entre las praderas aledañas a la marisma, es posible encontrar otras vistosas plantas que caracterizan los ecosistemas fluviales de aguas lénticas, como son los Lirios y las Espadañas.
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En los fondos de la marisma crecen algunas algas y otras plantas resistentes a la salinidad, sobre todo en las zonas próximas al canal por donde entra la marea. Esta vegetación, aunque menos vistosa, es fundamental para el desarrollo de numerosas comunidades animales que viven a sus expensas. Multitud de gusanos sedentarios aparecen, fijando los tubos calcáreos en donde viven, sobre las rocas y muros que se encuentran por Victoria.
Algunos peces suben con la marea y se quedan en la laguna salobre, donde varias especies llegan, incluso, a reproducirse. El más abundante es el Muble, un pez nadador poco apreciado gastronómicamente en Cantabria, pero frecuente presa de algunas aves pescadoras entre las que podemos destacar las Garzas y Garcetas. Otros peces, como las Anguilas, prefieren vivir cerca de los suelos fangosos del humedal donde encuentran su alimento.
Sin embargo, el grupo de animales que hacen verdaderamente importante a la marisma de Victoria son las aves acuáticas. Existen varios grupos de aves que pueblan este humedal en las distintas épocas del año con diferente número de especies cada uno de ellos. Aves marinas, zancudas, anátidas, rálidas (gallinas de agua) y buceadoras encuentran interesantes representantes en este pequeño humedal, donde la escasa influencia de las mareas permite el mantenimiento de un nivel de agua casi constante, con pequeñas variaciones diarias.
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No podemos hablar de la marisma de Joyel sin hacer referencia a la ría de Cabo Quejo, situada esta a caballo entre los municipios de Noja y Arnuero. El humedal de Joyel ocupa el extremo noroccidental de Noja y todo el conjunto, incluyendo la ría de Cabo Quejo y la vecina playa de Ris, abarca una extensión aproximada de 249 hectáreas ocupando un perímetro de más de 8 kilómetros.
La hidrodinámica de este humedal tiene algunos puntos de coincidencia con la laguna de Victoria, por cuanto la marisma de Joyel, propiamente dicha, posee un escaso intercambio de agua con el mar y su principal aporte de aguas continentales proviene del acuífero sobre el que se asienta. Sin embargo, en este caso el aislamiento del medio marino no es tan acusado, llegando a ser notable la influencia de las mareas, aunque no con igual intensidad que en la colindante ría de Cabo Quejo. En la actualidad, la separación entre ambos espacios es artificial, por medio de diques provistos de compuertas a través de las cuales se realiza el intercambio de agua. La marea asciende a lo largo de la ría de Cabo Quejo y, al llegar a los diques, atraviesa las compuertas de forma que la mar entra en la marisma de Joyel donde se mezcla con agua dulce para dar lugar a todos los procesos biológicos característicos de una marisma, que ya describimos en el capítulo correspondiente. Durante la bajamar el agua circula en sentido contrario, de manera que el nivel hídrico dentro de la marisma de Joyel oscila con cada ciclo mareal.

Con este trasiego de aguas, la calidad del medio acuático es variable en Joyel, y no sólo en cada ciclo mareal sino también en su distribución a lo largo del humedal. Así, las zonas próximas a los diques tienen una salinidad mayor que las más alejadas. Esta circunstancia es aprovechada por los organismos que pueblan la marisma, de forma que su ubicación se corresponde con el gradiente de salinidad del agua, lo que permite una diversificación de las especies y, en consecuencia, una mayor biodiversidad en el humedal. Regresar al índice



Podemos contemplar una espléndida panorámica general de la marisma de Joyel y la ría de Cabo Quejo desde la falda norte del monte El Cincho. Con esta perspectiva se distinguen fácilmente los dos ambientes que componen el humedal. A la izquierda, la ría, que muestra características fundamentalmente marinas; a la derecha, la marisma, con un nivel hídrico más constante y cuya vegetación denota mayor influencia dulceacuícola.
Entre ambos medios aparecen prados, diques y un singular montículo cónico de 19 metros de altitud desde el que se domina la totalidad de la marisma y la mayor parte de la ría. Este montículo, junto con el pequeño monte Castrejón, que situado al final de los diques forma una separación natural entre la ría y la marisma y cuya cota máxima es de 26 metros, constituyen los accidentes geográficos más destacados de este entorno.
Al igual que sucedía en Victoria, la marisma de Joyel alberga las ruinas de un antiguo molino de marea, que no debe confundirse con el próximo molino de Santa Olaja, ubicado en la ría de Cabo Quejo y mucho más visible por su mejor estado de conservación. El denominado molino de Velasco está situado al norte del humedal y su dique, prácticamente desaparecido hoy en día, marca en cierto modo el límite a partir del cual comienza a desarrollarse un importante carrizal, como consecuencia de la mayor influencia del agua dulce en este lugar.
El Carrizo Común, principal componente de las citadas formaciones vegetales, desempeña una decisiva función ecológica, ya que constituye un refugio fundamental para las aves acuáticas y es generador de múltiples procesos biológicos. Sin embargo, en la marisma de Joyel también aparecen otro tipo de carrizos. Se trata de una planta alóctona invasora, el Carrizo de las Pampas. Esta llamativa caña crece en grandes matas y muestra vistosos ”plumeros” al final de su largo tallo, que pueden verse con facilidad por los alrededores del humedal, en especial por la zona sur separados de las zonas encharcadas.
El sustrato calizo que predomina en este área se hace evidente por la presencia de unos curiosos afloramientos rocosos que jalonan todo el humedal, apareciendo como pequeñas islas tanto en Joyel como en la ría de Cabo Quejo que son utilizadas de posadero por múltiples aves. En las partes más altas de la marisma, donde no llega el agua, siguen abundando los rocas calizas, entre las que crecen sin dificultad las Encinas, constituyendo la vegetación más característica del entorno.
En las orillas, donde la influencia del mar es mayor, se desarrolla una vegetación característica de las marismas salobres. Las plantas que aquí crecen, denominadas halófilas por su gran resistencia a la salinidad, poseen un alto valor ecológico a causa de los estrictos requerimientos ambientales que precisan. Entre ellas podemos destacar la presencia de amplias praderas de Espartina a lo largo de toda la ría o grandes matas de Salicornia y Suaeda en la zona sur del humedal. Otras plantas características de ambientes salobres son la Armeria, el Limonio y el Hinojo Marino, habituales pobladores de los diques de esta marisma.
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La amplia entrada del mar hacia la marisma de Joyel, permite que a ella se acerquen multitud de organismos marinos. De esta manera, podemos ver cómo Ostras, Mejillones, Lapas y Caracolillos se desarrollan con profusión en aquellos lugares donde la presencia del agua salada es más notable. Moviéndose a su alrededor es frecuente encontrar Cangrejos y Quisquillas, crustáceos muy apreciados por el hombre, quien los ha capturado en estas aguas desde tiempos inmemoriales.
Los peces también son habituales pobladores de este humedal, donde, además del omnipresente Muble, numerosas especies aprovechan sus aguas para reproducirse y buscar alimento. Algunas de ellas como los Blenios, los Gobios y los Lenguados, llevan una vida asociada al fondo donde sus discretos colores pardos les hacen pasar desapercibidos y mantenerse a salvo de los depredadores. Otras, de costumbres pelágicas ascienden por la ría para llegar a las tranquilas aguas de la marisma. Así Lubinas y Doradas, sobre todo en sus fases juveniles, encuentran aquí el alimento y seguridad necesarias para desarrollarse con éxito.
Como es habitual en todos los humedales de la zona, el principal grupo faunístico de la marisma de Joyel son las aves acuáticas. Dada la facildad para el desplazamiento de estos animales, la proximidad geográfica y los similares biotopos que aparecen en las dos marismas de Noja, los grupos ornitológicos presentes en ambos casos son los mismos que ya señalamos al hablar de Victoria. No obstante, las particulares condiciones ambientales de la ría de Cabo Quejo, colindante a la marisma de Joyel hace que en este entorno aparezcan algunas aves limícolas por las orillas o entre los canales, durante la bajamar.
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Entre las aves que recalan en las marismas de Victoria y Joyel encontramos algunas netamente marinas de las que destacan, por su abundancia las gaviotas. La proximidad de la costa hace que los humedales de Noja sean un refugio predilecto para estas aves típicas del litoral. La más frecuente de todas es la Gaviota Patiamarilla, que luce un liso color gris, casi plateado, cubriendo sus alas y dorso en claro contraste con el blanco inmaculado del resto de sus plumas, lo que les confiere un aspecto señorial. Su pico de un amarillo intenso, al igual que sus patas (de ahí les viene el nombre), posee una manca roja circular que funciona a modo de señuelo en las épocas de cría, cuando los polluelos golpean con el pico a sus padres en esta zona para estimular la regurgitación del alimento.
La Gaviota Sombría, ligeramente menor que la Patiamarilla, alcanza, con más de medio metro de altura y una envergadura de casi ciento treinta centímetros, un porte considerable. La distribución del color en su plumaje es sensiblemente igual a la de aquella, si bien la tonalidad es mucho más oscura en las alas y dorso, característica de la que toma su nombre.
Aunque los adultos de estas dos gaviotas se diferencian fácilmente, a pesa de su parecido, no sucede lo mismo con los jóvenes. El color del plumaje que hemos descrito, no lo alcanzan hasta su tercer año de vida. Los individuos de menor edad son prácticamente indistinguibles en las dos especies y, con frecuencia, son considerados por los profanos como especies distintas de sus padres. A partir de los pocos meses de vida, las gaviotas jóvenes adquieren el tamaño de los adultos. Sin embargo, presentan colores pardos moteados por todo el cuerpo, con pálidas tonalidades rosáceas en las patas y picos, que les diferencian de sus padres. Estos colores van modificándose con la edad de forma que cada año se parecen más a sus progenitores. La Gaviota Sombría, al contrario que la Patiamarilla, no cría en nuestras costas, por lo que durante todo el año y, sobre todo, en el período estival, el número de ejemplares presente es mucho menor.
La tercera gaviota frecuente en las marismas de Noja es la Gaviota Reidora, de tamaño claramente menor que sus otras dos congéneres y cuyos individuos inmaduros sufren unos cambios de coloración en el plumaje similares a aquellas. De suaves tonos grisáceos en dorso y alas, éstas presentan sus puntas negras por la parte inferior con el contorno exterior blanco. Sin embargo, la peculiaridad más destacable del plumaje de estas aves es el cambio de coloración estacional que presentan en la cabeza. Desde finales de verano, durante todo el otoño y hasta finales de invierno, presentan la cabeza del mismo color que la mayor parte del cuerpo, blanco. Hacia el mes de febrero comienzan a aparecer unas pintas oscuras a ambos lados de la cabeza que, a medida que avanza la primavera, van aumentando de tamaño hasta llegar, en verano, a formar una caperuza negra que cubre por completo desde el pico hasta el cuello. No obstante, durante la primavera y el verano el número de Gaviotas Reidoras en toda la zona es mucho menor, puesto que migran a lugares más septentrionales para criar.
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La observación de las aves en los humedales no es una actividad reservada únicamente para los ornitólogos y entendidos. Cada uno de nosotros podemos disfrutar del placer de contemplar el majestuoso vuelo de la Garza Real, el gracioso chapoteo de la Focha Común intentando remontar el vuelo, los llamativos colores de Ánade Real, el inquieto movimiento de los limícolas en busca de alimento por las orillas o las graciosas posturas del Cormorán Grande cuando pone sus alas a secar. No son necesarios aparatosos instrumentos de observación, ni unos extensos conocimientos sobre fauna. Basta con tener ganas, respetar unas normas básicas y disponer de un mínimo equipo, para estar en condiciones de aprovechar al máximo las oportunidades de un estimulante encuentro con la naturaleza silvestre que nos ofrecen las marismas de Victoria y Joyel.
Antes de planificar una salida al campo hemos de tener en cuenta las características del lugar al que nos dirigimos y la época en la que lo hacemos. Esto nos permitirá decidir con acierto la indumentaria que debemos llevar. En nuestro caso, por tratarse de humedales y próximos al mar, es aconsejable ir provistos de ropa de abrigo, sobre todo si pensamos que es precisamente en invierno y, especialmente, los días más fríos cuando podremos contemplar un mayor número de aves. Por las características del terreno que visitaremos es probable que esté encharcado o al menos húmeda la vegetación por la que pasaremos. En consecuencia, hemos de ir con calzado impermeable o resistente al agua.
Hay que pensar también qué tipo de actividad vamos a realizar. Para la que nosotros pretendemos nos interesa pasar lo más desapercibidos posible a fin de no asustar a las aves que intentaremos observar. Por ello es conveniente que la ropa que llevemos no tenga colores chillones ni llamativos, sino más bien discretos y lo más parecidos posible a los de la vegetación de la zona. Una vez que tenemos prevista nuestra vestimenta, veremos cual es el material específico que necesitamos para la observación de las aves. Son dos los elementos imprescindibles: unos buenos prismáticos o telescopio (si tenemos posibilidad de conseguirlo) y una guía de campo que recoja las especies que previsiblemente vamos a encontrar en la zona (existen en el mercado guías específicas de aves acuáticas).
Respecto a los prismáticos una buena relación de aumentos-luminosidad para las observaciones en estos pequeños humedales es de 10x50 (estas cifras aparecen normalmente grabadas en la montura), aunque también son aceptables 8X30 y l2X60. Sin embargo, si nuestras posibilidades económicas nos lo permiten, disponer de un telescopio es lo ideal para las observaciones de aves en espacios abiertos como son las marismas, donde las aves se mantienen con frecuencia a una considerable distancia. Ya equipados, nos acercaremos a las marismas siguiendo unas normas y recomendaciones que nos permitirán sacar mayor provecho a nuestra visita:
En primer Iugar tendremos en cuenta mantener silencio y movernos con cuidado durante nuestras observaciones, en especial al acercarnos a los lugares donde podemos encontrar las aves más próximas.
Hemos de procurar hacer las observaciones durante las horas del día con mejor luz y evitando el sol de frente.
En las zonas donde se aprecia la influencia de la marea, es recomendable aprovechar las horas en que el agua está subiendo, ya que de esta manera, las aves se acercan hacia nosotros a medida que la marea va cubriendo las orillas y las podremos ver con mayor facilidad.
Aunque es más incómodo para el observador, los días borrascosos son en los que más aves se refugian en las marismas y cuando podremos disfrutar de las mayores concentraciones de estos animales.
Los meses del año en los que tenemos más posibilidades de contemplar aves acuáticas en las marismas de Noja, son los comprendidos entre Septiembre y Abril, cuando son pobladas por cientos de aves que crían en el norte de Europa.
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El Monte Mijedo recorre en dirección sudeste el límite de Noja, con Arnuero y Argoños. Es de una cota que supera en poco los 200 metros y su cuerda es paralela a la Playa de Trengandín. Se puede acceder a él, desde un empinado callejo que sale a 100 metros del cruce de la antigua carretera de la Rota-Fonegra, con la que actualmente va a Helgueras. Tómese la subida con calma, si no es joven o está entrenado. Se llega a una solitaria casita, que se ve desde medio pueblo y allí se tuerce hacia la derecha.
Empezará a encontrarse rodeado de la más pura flora autóctona. Encinas, Avellanos, Madroños, robles, nogales y castaños, se entremezclan con los importados eucaliptos. Siga subiendo, empezará a ver a su derecha todo el valle de Argoños con Montehano y las marismas de Escalante y al fondo las estribaciones de la cordillera cantábrica. Siga ascendiendo despacito y tendrá que iniciar un giro a la izquierda. Aparece Santoña, la Bahía y Laredo al fondo. Siga girando y si quiere subir un poco más llegará al punto más alto, donde hay una pista de despegue de parapente. Vuelva un poco y tome el camino que baja a media ladera. A sus pies toda la playa de Trengandín, que también se llamó de Las Doradas, por las magnificas piezas de ese sabroso pescado que aún se captura en ella. Ya todo es bajada, ahora - en la umbría- con abundantes acebos (Recuerde que ni tocarlos ya que están fuertemente protegidos). Baje. Volverá a pasar por la casita solitaria y enseguida se encontrará en la carretera. Si está entrenado y ha hecho el recorrido en una buena bicicleta de montaña, en Helgueras puede tomarse unas rabas y una cerveza en sus buenos y varios bares.
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Puede salirse desde la iglesia y por toda la costa ir respirando la brisa marina impregnada de sal y de yodo y por otra parte el verdor y fragancia de los pinos. Cuenta con multitud de rincones y parajes pintorescos. La peña de Pombera, casi siempre con un cormorán encaramado a ella, las calas de Pombera, playa Chica y Arenilla, donde con marea baja y media marea puede darse uno un refrescante "cole" (Viene de coletazo y el Diccionario dice: en Santander, baño corto o rápido en el mar). Inmediatamente antes de entrar en la pinada, podemos ver una antigua caseta de baños y el viejo vivero de langostas. Avanzando unos metros y echando la mirada atrás se contempla toda la cuerda del monte Mijedo, el Buciero de Santoña y empieza a aparecer, tras la playa de Trengandín, la playa de Berria, sólo separada por el promontorio de El Brusco. Seguimos. Llegan la Punta de la Mesa y Punta Garfanta. Ya girando hacia el Norte empieza a verse el monte de Quejo y antes de llegar a una planicie denominada Las Navias (donde hace años se pescaban gruesos y sabrosos percebes), nos encontramos un curioso resto de la guerra Civil española, la casamata de un cañón instalado por el ejército republicano, que no llegó a efectuar un solo disparo, pero que ha valido a tres generaciones de excursionistas como refugio, improvisada pista de baile y barbacoa protegida de los vientos. Poco nos queda para llegar a la otra playa, la de Ris. En paralelo a nuestro recorrido hay un circuito deportivo (instalado por el Ayuntamiento), de gimnasia y carrera, con aparatos y señalización para efectuarlo en distintos niveles de esfuerzo. Llegando a Ris, entramos de nuevo en zona "civilizada". Ahí hay varios establecimientos donde reponer fuerzas, si es que alguien se siente cansado, y si los más mayores no quieren volver andando hasta la iglesia, que está a poco más de 2 kilómetros por la calle de Pinares, pueden mandar a los más jóvenes a por los coches, que en cinco minutos estarán de vuelta.
La vuelta a pie tiene un alto grado de interés histórico ya que se pasa junto a la Casona de Ris (hoy Garnica), la casona del Obispo Assas, el parque Arnáiz, el conjunto popular de Pedroso, la casa Morales, el Palacio de los Marqueses de Albaicín (Hoy casa de cultura), y frente a la iglesia, el Palacio y Torre de los Marqueses de Velasco.
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Al igual que en toda Cantabria, el culto al árbol esta presente en nuestra Villa. Son muchos los ejemplos de airosas palmeras, soberbios eucaliptos y frondosos pinos que viven y hermosean los numerosos jardines de las mansiones Nojeñas. Merecen la pena destacar un Tejo excepcional en la finca de Arnáiz, un Choemociparis y un Tilo en el jardín de Garnica, un soberbio Magnolio y una vieja y crecida Encina en la casona de Venero.

La Encina
Pero hay dos ejemplares que además de estar catalogados en el registro de árboles singulares de Cantabria, tienen su propia leyenda.
El primero de ellos con el número 131, es una hermosa Encina que se encuentra en la entrada de Noja, coronando la cuesta del Huyo, sus ramas casi cruzan por alto la carretera y es conocida por el nombre de Encina de los enamorados. Dice la tradición que aquella pareja que bajo su sombra se promete fidelidad, se casará antes de un año.

La Macrocarpa
El otro ejemplar con el número 133, está situado en el parque de la casona de Assas, muy cerca de una pequeña portilla, junto a la portalada de Garnica. Es un espectacular Copresus Macrocarpa, el mas grande de Cantabria, que mide más de 9 metros de circunferencia.

Es conocido también como el árbol gordo o árbol de los culos. Dicen que quien se acercaba a él con aviesas intenciones, era detectado y tragado por el árbol. El hecho es que cerca de su base se ven numerosos bultos cuya forma recuerda a la posaderas humanas.
Consultado el propietario de la finca, opina que es una leyenda sin fundamento, y que el nombre procede, más bien, de la afición de los vascos a las apuestas. Tres o cuatro amigos apostaban sobre la medida de su circunferencia y como no llegaban a abarcarlo con los brazos se quitaban los cinturones para aumentar el perimetro. Más de alguno al encontrarse sin sujeción en la cintura dio con los pantalones en el suelo, y de ahí el nombre.
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